viernes, 24 de julio de 2015

El último inicio

Amo las películas de superación. Ya saben de cuáles hablo.... de esas películas en las que el protagonista después de equivocarse varias veces de rumbo cambia su vida. Lo lindo de esas películas es que sólo con la voluntad el o la protagonista bajan de peso, se vuelven más estudiosos encuentran el amor de su vida o consiguen el trabajo que siempre desearon. 

La realidad es otra cosa. No hay forma de acelerar el tiempo para llegar más rápido al resultado final. Tampoco podés editar los momentos para lograr evitar las caídas y las dudas. Sólo tenés que dejar correr la película y rezar por no equivocarte. Cada vez que veo una de estas películas me invade el sentimiento de iniciativa; de que todo es posible y está bien que así sea. Es un mérito del director o de la directora lograr ese efecto en la audiencia. Lamentablemente ese impulso es momentáneo y cuando vuelvo a mi película me doy cuenta del papel que juego y no me gusta.


Probé con dietas, terapia, meterme en mi trabajo, odiar a todo el mundo, querer a todo el mundo, bailar, tocar un instrumento... pintar no porque no soy buena en eso y cantar tampoco porque no me animo. Estuve en Argentina y en España. Viví en Capital y ahora vivo en Puerto Deseado. Trabajé en algo que detesté y ahora trabajo en algo que amo. El resultado siempre es el mismo. Me odio.
Sé que suena fuerte; pero creo que la mayoría de los seres humanos lo sienten o lo sintieron alguna vez y no saben cómo expresarlo. O no se animan, o no les interesa o lo resolvieron de alguna manera. 
Tengo muchos amigos (y algunas ex parejas) en la que la soberbia fue su camino. Otros que optaron por la autodestrucción sistemática. Algún familiar se apegó tanto a la familia que se olvidó de su vida. Otro, tanto a su pareja que se olvidó de su identidad. 


Siempre llega un punto de la historia en donde la frase clave es "no sé". Estoy perdida, algo me falta. Ese algo que me define y me defina. Sé que buscarlo afuera es un error. Sé que la clave está en quererse uno mismo más allá de lo que diga el resto... pero sé también que llevo 33 años intentándolo y no me sale... NO SÉ por qué.


Tengo muchas cosas a favor, desde las cuales construir... OJO, no soy una queja constante, no... Sé que amo mi profesión y estoy segura que hay valores irrenunciables, incluso cuando renunciar a ellos parece ser la salida más fácil para encontrarme. Jamás mi identidad, ni mi felicidad se construirá sobre la desgracia ajena. Tengo un claro concepto de lo que es bueno y lo que es malo y no voy a negociarlo. Aunque me cueste.
Tampoco soy una santurrona... me equivoco tan seguido que ya perdí la cuenta de los errores que carga mi espalda. 
A pesar de estar tan enojada conmigo misma por no estar en el lugar que corresponde, por no haber encontrado la respuesta a mis propios interrogantes; por no haberme hallado completa y satisfecha en ningún momento.... A pesar de odiarme con todas mis fuerzas (a veces) son muy pocas cosas las que haría diferente.



No por soberbia, ni por estar orgullosa de hasta donde me trajeron.... sino simplemente porque en ese momento creía que hacía lo que era correcto. No para el otro, no para la sociedad; sino para mí. 


Eso nos deja en una "encerrona". Si no cambio nada de mi pasado no puedo quejarme por este presente que tengo. La queja así (es decir, todo el texto anterior) queda desarticulada. No se sostiene. No puede ser la excusa para no decidir. 
DECISIÓN. Palabra de mierda que siempre me cuesta escribir, de la que nunca me acuerdo si va primero con s y después con c o al revés. Pero es esa palabra que cuesta escribir, la que siempre pienso defender. La capacidad de decidir es lo que a mi entender nos diferencia de los animales; es lo que nos define como seres humanos. Es la claridad de que sólo nosotros somos responsables por nuestras vidas y nadie más que nosotros. Podrán acompañarnos, aconsejarnos o desalentarnos pero la DECISIÓN siempre será nuestra.

El hombre puede creer o no creer eso es cosa suya porque es su propia vida lo que apuesta, por la fe, la incredulidad, el amor y la inteligencia. Y no hay sobre la Tierra otra verdad más grande para el espíritu humano que esta gloriosa y humilde condición. El hombre arriesga su propia vida cada vez que elige y eso lo hace libre.            (Máximo Gorki)



Y eso. Hoy empiezo a pelear con mi odio de nuevo. Espero que esta vez por fin le gane. Me armaré de nuevo, depilaré mis cejas, donaré ropa que mantengo conmigo por nostalgia o capricho; veré un programa que me haga crecer y empezaré de nuevo. Intentaré ser más buena conmigo misma y darme esas oportunidades de las que hasta ahora me he venido escapando. Intentaré darme el privilegio e intentar acallar las voces de otros que interfieren con la mía. Escribiré y leeré todo lo que sea necesario. Planearé lo que pueda y lo que no, lo dejaré a voluntad de Dios.
Sencillamente, empezaré de nuevo. Esperando de una vez por todas que este sea el último inicio de esta batalla que tengo conmigo hace 33 años.

Maloserá, gente. Malosera!

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