Nací en un barrio bien porteño: Boedo. Las calles que recibieron mi infancia están aún detrás del paredón del tango. Barrio de inmigrantes, gallegos y tanos en su mayoría. Barrio de fútbol. El Gasómetro se había perdido hace un tiempo pero en sus cuadras rememoraban los gritos de "¡gol!" de "¡penal!" y de tanta magia azulgrana. Siempre fue mi nido. Siempre lo seguirá siendo. Cada rincón de esas calles cuya fisonomía puede que cambie algo pero cuya esencia se mantiene intacta. Si presto atención aún puedo oír los gritos de mi hermano con sus amigos en el potrero organizado con cuatro cajones de gaseosa. Si no tengo cuidado puede que esa vecina "agrandadita" con la que competía en las tardes de verano con la bicicleta me pase por encima con su remera de Mafalda blanca y roja.
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♫Sur, paredón y después♫
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♫♫Tus ojos se tiñen
con el viejo color de la infancia nostalgia del tiempo
en que todo tenía respuesta,
en que era más largo el verano
y más pequeño tu mundo.♫♫
Pero el mundo crece y el nido caduca. Y se buscan nuevos nidos en nuevos lugares. Algunos planeados... otros imprevistos.
Esta es mi búsqueda. La comparto. No para obtener consejos y menos que menos para buscar respuestas. La comparto como el tema de Serrano que tarareo mientras embalo en nuevas cajas viejos sueños y renovadas esperanzas....
♫♫Y yo te diría, no sé,
que las cosas van a marchar bien,
te mostraría el futuro, la borra del café,
con ángeles y estrellas,
noches, milongas e historias,
¿recuerdas?, que hablan
de viejos amantes que crecen,
que dudan y esperan
su turno mientras anochece
y el mundo se enferma ♫♫
Maloserá, gente. Maloserá
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