A veces intento olvidarte. Sé que
no mereces mi recuerdo, ni el tiempo que te dedico… pero no puedo hacerlo.
Estoy metida en una excusa eterna en la cual actúo que te odio e ignoro cuando
en realidad vuelvo a pensar una y otra vez en vos. No entiendo esta actitud
masoquista de mi parte. Supe desde el primer momento que no me convenías; supe
desde el primer momento que me harías pelota y que debería recoger los pedazos
que de mi quedaran desperdigados por el suelo de mi habitación. De una manera
muy extraña sabía lo que harías. Sabía que huirías a escondidas en la oscuridad
de una madrugada de abril. De igual modo, también sé que tu traición no fue
total y que te retiraste antes de ser desleal… prefiriendo ser cobarde.
Los días pasan y como dicen
muchos cantores “he aprendido a vivir sin ti”. Sin embargo no quiero, sin
embargo volvería a elegirte. Lo sé vuelve el masoquismo y sé que no me
convienes. Sé que vos y todos tienen una visión de mí misma mucho mejor de la
que tengo yo. Porque volvería sin pensarlo a tus brazos a pesar de saber que
son zarzas que destruirán mi piel. A pesar de que tu mirada me desnude y me
ponga en peligro, a pesar de que todo se caiga y la destrucción sea total te
volvería a elegir. Porque la falta de conexión no se da entre vos y yo (ambos
al tocarnos lo sentimos… lo sé) ni tampoco entre internet y esta vieja
computadora que resiste a conectarse. No, la falta de conexión se da entre mi
alma, mi cerebro y mi corazón que aunque anticipe un hecatombe… te sigue
pidiendo que vuelvas.
Maloserá, gente. Maloserá!
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